lunes, 12 de octubre de 2015

Malala: mi historia



Malala, en su nueva casa en Birmingham, recuerda el último día que paso en su casa y en su escuela de Pakistán, el 9 de octubre de 2012: tenía 15 años y rendía un examen de historia y cultura pakistaní. Cuando terminó el examen se quedó esperando el último autobús con su amiga Moniba para volver a su casa. El autobús se detuvo a unos tres minutos de la casa de ella. Dos jóvenes con vestimenta blanca subieron al mismo y preguntaron quién era Malala.
Cuenta que es pashtún, una tribu repartida entre Pakistán y Afganistán; que sus padres son de una aldea de montaña, pero cuando se casaron se fueron a vivir a Mingora, donde ella nació; le pusieron Malala por una gran heroína pashtún; tiene dos hermanos menores, Khushal y Ata. Cuando se cansa de jugar con sus hermanos se junta con Safina, su vecina.
Malala tiene una relación muy cercana con su padre, quien la llama Jani (querida amiga). La casa de Malala siempre está llena de gente porque uno de los principios más importantes de los pashtunes es la hospitalidad. Las mujeres se reúnen en el porche de atrás y los hombres en la habitación de invitados; Malala prefiere escuchar a los hombres hablar de política antes de estar con los niños y las mujeres; le gusta ver cuando las mujeres se quitan los pañuelos y los velos. Su madre solo usa el niqab* pero otras llevan burkas; deben caminar unos pasos por detrás de sus maridos, y están obligadas a bajar la vista cuando se cruzan con un hombre. A ella todo esto le parece injusto y desde pequeña decía que nunca iba a cubrirse así; la madre y los parientes piensan que es muy atrevida pero el padre la apoya y le dice que ella puede hacer todo lo que quiera. Malala sabe que es la preferida del padre, algo muy infrecuente en Pakistán, ya que se celebra el nacimiento de un niño pero no de las niñas. El padre de Malala dirige una escuela y desde pequeña ella iba a las aulas vacías y hacía como si enseñara. Los primeros años la escuela no daba mucho dinero, por lo que la comida era escasa. Malala cuenta que en primavera y en otoño van a visitar a los parientes de la montaña y les llevan muchos regalos. Relata lo que comen y cómo se divierten en ese lugar alejado de la cuidad, sin tiendas, universidades, hospitales, agua limpia ni electricidad. Las mujeres, incluso la madre de Malala, no saben leer ni escribir, y la mayoría de sus primas no van a la escuela. Ella sufre por la vida de aquellas mujeres, pero su padre le dice que para las mujeres de Afganistán es peor, porque los talibanes* se habían apoderado del país. Estos habían quemado los colegios de niñas, todas las mujeres estaban obligadas a llevar una forma rigurosa de burka, no podían reírse ni pintarse las uñas, y se las encarcelaba o golpeaba si salían a la calle solas. 
Malala cuenta que cuando cumplió 8 años su familia pudo comprar un televisor; su programa favorito era sobre un chico llamado Sanju que podía hacer real cualquier cosa dibujándola. Le pedía a Dios, que le concediera el lápiz de Sanju para hacer feliz al resto de la gente. Un día la madre la mandó al basurero a tirar restos de comida; allí vio unos niños de su edad que juntaban basura. Cuando su padre volvió a su casa le habló de aquellos niños y lo llevó a verlos. Después de ese día, se dio cuenta de que ella tenía que hacer algo para hacer del mundo un lugar mejor y le pidió a Dios fuerza y valor. Su familia empezó a compartir todo lo que tenían: la comida, su casa con otra familia y hasta el padre admitía alumnos que no pagaran en su escuela. Se dio cuenta que algunos padres más acomodados sacaron a sus hijos del colegio cuando descubrieron que estaban compartiendo la clase con niños pobres.

* Talibán: seguidor de una las interpretaciones ultra conservadoras del Islam en el sur de Afganistán.
* Niqab: túnica que cubre todo el cuerpo y la cabeza, dejando en descubierto los ojos.
* Burka: cubre completamente el cuerpo y la cabeza con una rejilla a la altura de los ojos.

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